Han sido las manos de mi madre las que se abocaron a mi cuidado. Con esas mismas manos, ella se dedicó y se dedica a la docencia y a la investigación, enfrentando las tensiones entre los imperativos del maternar y del rendir laboralmente en el marco de tramas educativas y científicas capitalísticas. Simultáneamente, el mandato de la productividad se trenza y se entrelaza con otra figura política fundamental -no tan reciente, pero siempre vigente- la maternidad. La misma ha operado históricamente en nuestro devenir como “mujer(es)”, y, particularmente, en aquello que se nos fuera asignando como “nuestra” función social. Ante estas exigencias sistémicas que se imprimen en las corporalidades “femeninas”, me pregunto: ¿en qué condiciones producen las científicas en nuestro país?  

 

La maternidad y el  imperativo de la productividad en el sistema científico y tecnológico argentino

El sistema científico se basa en la lógica de la productividad y la competitividad medida en un determinado tiempo de trabajo. Así, lxs científicxs y académicxs son evaluadxs, principalmente, por la cantidad y calidad de sus publicaciones en revistas científicas, lo cual determina aspectos  fundamentales en relación a su carrera profesional. 

Ante las exigencias sistémicas de la productividad y la competitividad, ¿en qué condiciones producen las científicas en Argentina? Para responder a dicha pregunta propongo tratar tres aristas: las políticas relacionadas a la maternidad/paternidad en el sistema científico argentino, las tareas de cuidado y su distribución y finalmente cómo éstas se relacionan con el régimen de evaluación del sistema científico.

 

Las políticas

Son muchas las brechas y las deudas en políticas de género en el sistema científico, cuyos efectos resultan en la reproducción de desigualdades varias. En primer lugar, encontramos un reclamo histórico de los feminismos, compartido por las trabajadoras del sistema científico: las licencias y la disponibilidad de los jardines maternales y guarderías en los espacios de trabajo. En la mayoría de las instituciones científico-académicas, ambas brillan por su ausencia y mientras que las licencias maternales son de 90 días, las licencias por paternidad son de sólo 2. En lo que respecta a lxs becarixs, al no ser reconocidxs como trabajadores asalariadxs, no cuentan con obra social a la cual afiliar a sus hijxs, ni tampoco con licencias por enfermedad propia ni de familiares.

 

Las tareas de cuidado y su distribución

Siguiendo a Silvia Federici, en el marco del sistema capitalista y patriarcal, la explotación de las mujeres resulta más efectiva a causa de la remuneración oculta, dado que las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas aparecen como un servicio personal externo al capital, un servicio no remunerado, no valorado e invisibilizado. Así, detrás de cada fábrica, escuela, universidad u oficina, detrás de cada trabajo propiamente retribuido, está el trabajo no pago e invisibilizado de miles de mujeres, que día tras día, producen y reproducen la fuerza de trabajo de la que se vale el capitalismo.  Por eso, la autora plantea que el trabajo doméstico y la familia son los pilares de la producción capitalista, y que la acumulación en este sistema se construye sobre y a partir del cuerpo – individual y colectivo- de las mujeres. 

En este sentido, según los datos arrojados en la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo realizada por el INDEC en el año 2013, la cantidad de horas diarias que las mujeres dedican al trabajo no remunerado es de 6,4 horas, casi duplica el tiempo dedicado a ese mismo trabajo por sus pares varones, quienes destinan sólo 3,4 horas diarias. Además, de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social realizada en 2019, las mujeres se desempeñan como “jefas de hogar” – es decir, únicas responsables y gestoras- del 84% de los hogares monoparentales.

Relación con el sistema de evaluación científico

La distribución desigual de las tareas de cuidado y del hogar se traduce en una carencia de tiempo por parte de las mujeres, lo que las imposibilita no sólo de producir aquello que el sistema científico les exige bajo el mandato capitalista meritocrático de la eficiencia y la productividad, sino que también afecta de forma negativa en su (no) disposición de tiempo para dedicarse al ocio. 

Esta brecha se amplió durante la pandemia ocasionada por el virus del COVID 19, cuando las manos de mi madre, y muy posiblemente también las de las suyas, debieron asumir mayores tareas en relación al cuidado y las labores domésticas. De acuerdo a una encuesta realizada por investigadoras del CONICET, el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) dispuesto por el gobierno nacional supuso un aumento de las tareas domésticas y de cuidado, las cuales fueron asumidas, principalmente por mujeres, lo que repercutió en cuanto a la calidad y cantidad de su producción, en el mundo laboral, cuyo efecto en el marco de sus carreras profesionales y/o científicas fue significativamente negativo. De hecho, según un artículo publicado en el portal The Lily, tras seis semanas del Aislamiento Social generalizado, varios editores de revistas cientificas y academicas notaron que el número de papers por parte de científicas y académicas estaba disminuyendo, mientras que otros observan que los varones estaban publicando más que el año anterior. 

En el marco de la pandemia, las tensiones entre el trabajo productivo y reproductivo se ponen de manifiesto. La maternidad y la feminización de las labores domésticas y de cuidado son mandatos sistémicos y estructurales, que relegan las manos de las mujeres al ámbito de lo privado. Así, la productividad constituye el pilar fundamental de la lógica capitalista, mientras que la maternidad y el trabajo doméstico son indisociables de los estereotipos de feminidad que imperan en nuestras sociedades. Ahora, ¿qué tienen en común estos tres mandatos? todos demandan tiempo. El sistema científico-académico, que evalúa bajo los criterios de competitividad, productividad y los niveles de impacto de las publicaciones científicas, opera según una lógica meritocrática, mercantil y patriarcal que no contempla las inequidades de género, ni los mandatos estructurales y sistémicos que pesan sobre los cuerpos de las mujeres. De esta manera, desconoce uno de los principales derechos cuyo goce actualmente se les niega a las mujeres: el uso de su tiempo. 

 

*Escrito por Candela Marumi Frascaroli. Estudiante de tercer año de la Lic. en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba.

 

*Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

 

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