«Un mordisco puede ser un gran arma política si se lo utiliza con consciencia. Por lo mismo, te invitamos a leer y compartir la  revista digital “Contratá Trans” donde encontrarás emprendimientos con una cocina autogestiva, transfeminista y no binarie en donde el amor y el cuidado se vuelven ejes clave.»

Un día vagando por el mundo de las redes sociales, específicamente en Instagram, llegamos a “Casa de Varones Trans”. Entre tantas publicaciones, se encontraba la consigna: “Contratá Trans”. Frente a nuestro desconocimiento sobre este motto, nos sumergimos en la búsqueda y descubrimos no solo una plataforma virtual para gestionar el empleo de personas trans, sino numerosos emprendimientos autogestivos y culinarios.

Al indagar más al respecto, nos encontramos con Kahn de Color Legumbre, Francis de Vetaggi y Jade de La Nonita Pastas y Zen Delicia Natural, quienes nos contaron sus experiencias dentro del universo emprendedor.  

Una de las razones principales para apostar por estos emprendimientos es que, como cuentan Kahn y Jade, muchas veces las identidades que no entran en el cistema (entiéndase sistema cisheterosexual) son discriminadas en sus lugares de trabajo e incluso por las personas encargadas de capacitarlas en su profesión.

Imagen de @ValDepetris para Color Legumbre

En el caso de Kahn, estudió cocina en una institución donde se sintió discriminade por su expresión de género y por ser de un pueblo pequeño en Santiago del Estero. Lo mismo se repitió en todos los locales comerciales en los que brindó sus servicios. Aún así, emprendí para nutrirme de conocimientos y herramientas y luego poder encontrar un trabajo estable que me permita vivir de lo que me gusta hacer”. Luego agregó: “aprendí a darme valor, a que hay muchísimas personas haciendo lo que yo hago pero no como yo lo hago”.

Imagen de La Nonita Pastas

Por otro lado, Jade nos contó que comenzó a emprender “porque no conseguía trabajo y porque me sentí discriminade a la hora de buscar uno. Por otro lado, es una especie de sometimiento que une hace por necesidades económicas”.

Las circunstancias adversas -que algunes las entienden como desafíos y otres como obstáculos- se suman a la vivencia en carne propia de la precarización laboral por parte de les emprendedores aquí mencionades, quienes acostumbran recibir tratos discriminatorios por su identidad. Sin embargo, muchas veces estos comportamientos son tolerados debido a la necesidad económica y a la incertidumbre con respecto a su estabilidad en relación al empleo. Precisamente, parte de estos prejuicios también están presentes en los procesos de selección laboral. Por lo mismo, una vez obtenido trabajo, usualmente les emprendedores continúan su labor aunque se manejen en contextos violentos que atentan contra su bienestar integral. 

A pesar de ello, Kahn, Francis y Jade, como muches otres emprendedores de la provincia encontraron una forma de inserción laboral con condiciones más dignas a través de sus proyectos dedicados a la producción culinaria.

 

Te invitamos a leer y compartir nuestra REVISTA y las redes sociales de los emprendimientos contenidos en ella, a las cuales podrás acceder haciendo click en sus links.

Apostar por estos emprendimientos, visibilizar y fomentar el trabajo de personas como Kahn, Francis y Jade, se vuelve una respuesta política frente a situaciones de injusticia y desigualdad estructural que afrontan en nuestra sociedad. Informarse más y difundir esos nuevos conocimientos, en conjunto con un consumo consciente, son acciones que significan un gran apoyo para la comunidad trans y no binarie.

 

Sumate y optá por una cocina transfeminista, vegana y consciente.

 

 

 

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* Escrito por María Sol Galoviche. Estudiante de tercer año de la Lic. en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba.

* Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

(Fotografía de portada de Ani Becerra para su emprendimiento Evil)

(Fotografía de portada de Ani Becerra para su emprendimiento Evil)

 

¿En qué momento permitimos que la ropa nos use y no nosotres a esta?
¿Por qué dejamos que la industria textil y el mercado decidan sobre nuestros cuerpos? 
¿Cuándo comenzamos a catalogarnos por los talles de nuestra ropa? 

 

La particularidad de estas preguntas es su cuestionamiento al sistema comercial que impone la figura ideal de un cuerpo hegemónico sobre el físico de toda la sociedad. Ninguna persona es ajena a los estereotipos de belleza, sean internalizados o no, todes los hemos aprendido y sufrido; pero lo paradójico con estas imposiciones es que nadie puede cumplirlas al 100%, porque es un ideal imposible de alcanzar. 

Los estereotipos de belleza se reproducen por múltiples medios y espacios, no son solo los medios de comunicación los que imponen cierta imagen corporal que está “bien” mientras otras son objeto de burla, asco e incluso miedo. Las presiones sobre la forma y tamaño de nuestros cuerpos se manifiestan de un millón de maneras diferentes; unas muy evidentes, como cuando nos recomiendan dietas imposibles para bajar esos “kilos de más”, pero otras son sutiles y pasan desapercibidas, como cuando recorremos incontables locales de ropa y aún así no encontramos nada que nos entre. 

Acorde a una encuesta realizada por Anybody Argentina, el 70% de les encuestades tienen dificultades para conseguir ropa de su talle, la cual se presenta principalmente en jeans y pantalones. La tristeza es el sentimiento más recurrente entre las personas con dificultades para hallar talles porque el cuerpo no encaja en la ropa deseada (46%) y el 48% responde que el no encontrar talle, le lleva a cuestionar su cuerpo. El 21% manifestó realizar alguna conducta de riesgo para el desarrollo de desórdenes alimenticios (abstenerse de comer, tener atracones, vomitar, hacer ejercicio excesivo, ponerse a dieta para bajar de peso). Por último, el 52% respondió que su primera dieta fue entre los 10 y los 15 años, seguido de un 34% que lo hizo entre los 5 y los 10 años.

En relación a estos datos, Fernanda Nieto Romero dueña de la tienda medium & plus size Échame la culpa, uno de los únicos locales con ámplia variedad de talles de Villa Carlos Paz, nos cuenta que “las chicas venían muy tristes, entraban con el semblante decaído, desganado y se iban con otro totalmente diferente. Ver ese cambio en el rostro de las chicas, que me digan ‘es el primer lugar al que vengo y que me entra la ropa, que me gusta, que me queda bien, que me dan consejos y que no me tratan como si fuera una porquería’. Siempre que tengo la oportunidad les digo a mis clientas que mientras se sientan bien, les guste y sobre todo, que para mí es lo más importante, que se sientan cómodas con lo que se van a llevar, la moda no importa, hay que tratar de buscar lo que nos haga felices”.

La escasez de talles no es consecuencia de un error del mercado, porque efectivamente existe una demanda insatisfecha que nadie se apresuró a cumplir durante años. La determinación que posee la industria textil por producir mayoritariamente un cierto rango de talles representa un límite más que se nos impone para moldear la manera en la que “deberían ser” nuestros cuerpos. 

Pero esos años de luchar para encontrar ropa con la cual podamos expresar nuestra identidad y estilo están más cerca de terminar, principalmente porque hay personas que deciden crear indumentaria que no excluya a nadie y también inspiran a otres emprendedores a seguir sus pasos.

(Fotografía de Ana Laura Becerra para su emprendimiento Evil Clothes)

Como nos dijo Ani Becerra, creadora del emprendimiento Evil de la Ciudad de Córdoba y activista gorda: “Te mereces ser una diosa, ser lo que vos querés ser. El resto de la sociedad no tiene derecho a decirte qué hacer con tu cuerpo. Ana pudo captar la necesidad que tienen muchas personas a la hora de elegir su estilo y comenzó a confeccionar lo que ella llama ropa alternativa que te haga sentir bien, con la que te puedas expresar y que sí o sí te vaya a quedar. Nunca me ha pasado de que venga una clienta y se vaya sin ropa porque no le entra”

“La ropa no te tiene que apretar, pero no porque seas gorda, sino porque te tiene que acompañar, tenés que sentirte bien y cómoda. No deberías estar metiendo panza para que te prenda el jean, tiene que prender y punto. Ese es nuestro trabajo para hacer la moldería, que sea acorde a los cuerpos. Es lindo poder ver cómo se van transformando las clientas cada vez que vienen a comprar y encuentran su talle, animándose a otro tipo de cortes y modelos” dice Bethania Ávalos, co-creadora del emprendimiento Avepez de la ciudad de Córdoba.

El entorno no solo es hostil para aquelles que quieren comprar ropa, sino que también lo es para quienes deciden confeccionar o comercializarla en una gama más amplia de talles. En palabras de las entrevistadas, las mismas se encuentran frente a desalientos tales como el consejo prejuicioso de no producir talles grandes porque les gordes no te compran la ropa”, burlas hacia los maniquíes gordos de su vidriera o la dificultad de encontrar proveedores que trabajen la gama de talles que ellas quieren ofrecer y ante esta situación, deben recurrir a diferentes fábricas para lograr la amplitud de talles de sus prendas, como nos afirma Fernanda

Estos emprendimientos buscan aportar a la liberación de los cuerpos, lo que no contenta a la lógica actual del sistema capitalista, patriarcal y gordofóbico. Los discursos hegemónicos conspiran para la exclusión haciéndonos sentir que las formas de nuestros cuerpos son erradas, fallas del sistema, que no valemos nada, no merecemos mostrarnos ni ser vistas, desear ni ser deseadas. No obstante, los diferentes movimientos de liberación como los feminismos y, específicamente, el activismo gordo vienen a resistir, cuestionar y disputar este discurso, como así también, visibilizar los cuerpos deslegitimados y excluidos históricamente.

(Ilustración de Florencia Virovoy. Instagram: @flor_virovoy)

Los talles grandes llegaron para quedarse y vestir a una inmensidad de personas deseosas por tener más opciones que la ropa holgada, oscura y lisa, para entrar al mundo de la diversidad de colores, usos, formas y patrones. La lencería erótica, ropa deportiva y la indumentaria a la moda, hasta no hace mucho tiempo ni siquiera era un sueño, porque taparse los rollos era un imperativo naturalizado por todes. 

Estos emprendimientos incomodan y rompen con estructuras arcaicas creando ropa que hasta hace poco les gordes tenían prohibido usar.  Al respecto, Ani nos dice: “Lo que veo mucho en mis clientas al momento que empiezan a consumir las prendas, es que automáticamente tienen la obligación de verse a sí mismas, lo cual es difícil, y eso es lo que, para mí, lleva a tener un ejército de gordas en lencería por toda la General Paz”. En el marco de la marcha del 8M en 2019, Evil vistió a gran parte de las personas gordas que marcharon en esa intervención. “Eso es lo que suma a la causa y es el resultado de lo que se hace a nivel global; la posibilidad de que exista una liberación tal que después de tanto trabajo, al verte digas ‘bueno, esto soy yo, vamos a trabajar con esto’ y de repente pensar ‘me siento linda, nunca me había sentido así«.

El trabajo de estas emprendedoras actúa en dos niveles; en lo individual, ayuda a un sin fin de personas a mejorar la relación consigo mismas, con su cuerpo, su autoestima y en algunos casos, a descubrir o redefinir su identidad por disponer de muchos estilos con los cuales vestirse y sentirse cómodas. A nivel colectivo, se destaca su lucha por la visibilización, la representación y la aceptación social de la diversidad corporal, teniendo siempre presente que es la industria textil la que debe moldear la ropa a nuestros cuerpos y no nosotres a ella. 

 

*Escrito por Lic. Ana Laura Ottobre Aichino (activista gorda) y Lic. Iriana Sartor

 

*Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

 

 

Históricamente las mujeres han sido apartadas de muchos ámbitos de la sociedad y el fútbol no ha sido un campo libre de desigualdades de género. Las futbolistas, pese a los notables logros deportivos que acumulan, reciben menos reconocimiento que los varones por parte de la sociedad. Por tal motivo, y al calor de la lucha feminista, han surgido múltiples iniciativas y emprendimientos que trabajan en pos de zanjar las inequidades de género en este mundo deportivo.

 

¿Sabías que en la Inglaterra de 1895 se jugó el primer partido oficial de fútbol femenino? ¿Estabas al tanto de que durante la Gran Guerra se desarrolló la “era dorada” del fútbol femenino inglés? También conocida como la Primera Guerra Mundial, este conflicto se desarrolló desde 1914 a 1918. En la misma se enfrentaron la Triple Alianza (Alemania y Austria-Hungría) y la Triple Entente (Reino Unido, Imperio Ruso y Francia), luchando en diversos frentes y utilizando por primera vez armas de alta tecnología. 

En esa coyuntura bélica que marcó la historia de Occidente, los varones fueron enviados al campo de batalla y las mujeres ocuparon diversos espacios que socialmente les fueron atribuidos. Así, ellas se convirtieron en empleadas de diversas ramas de la industria y, en sus descansos, jugaban al fútbol. 

Sin embargo, al finalizar la guerra, los hombres volvieron a ocupar los espacios públicos y productivos – es decir, económica y políticamente reconocidos – en la sociedad desplazando, una vez más, a las mujeres a la vida doméstica. Ese movimiento cíclico arrastró, además, la norma que prohibía a las mujeres practicar fútbol por considerarse inapropiado para ellas dada su “naturaleza femenina”.   

En Argentina, el primer partido de fútbol femenino registrado se celebró en 1923 y desde entonces se ha desatado una ferviente lucha por parte del colectivo de deportistas mujeres en pos de su incorporación en este mundo deportivo. En 2019, la Asociación del Fútbol Argentino y Futbolistas Argentinos Agremiados (AFA) firmó un acuerdo para profesionalizar la actividad en la rama femenina, lo que implicó el reconocimiento económico y laboral de las futbolistas en este ámbito. 

A pesar de este logro, la práctica de este deporte tanto en Argentina como en el resto del mundo continúa bajo el dominio de los varones siendo muy notorias las diferencias entre el fútbol masculino y femenino. Por ejemplo, en la Copa del Mundo masculina celebrada en 2018 el premio fue de 38 millones de dólares para Francia mientras que la selección femenina estadounidense recibió 4 millones por su victoria en el 2019.

En este marco, con el objetivo de apoyar el crecimiento del fútbol femenino, la CONMEBOL (Confederación Sudamericana de Fútbol) realizó un concurso de emprendimientos donde buscan emprendedores y emprendedoras de Sudamérica con proyectos para el desarrollo del fútbol femenino en el continente.

El concurso tiene como objetivo dar a conocer e impulsar en la región los emprendimientos e iniciativas en el fútbol femenino así como su profesionalización ofreciendo capacitaciones y financiamiento. El  emprendimiento ganador obtuvo 10 mil dólares además de formación e incubación con la CONMEBOL con expertos durante 6 meses.

La postulación al concurso finalizó el 9 de diciembre del 2020 y los emprendimientos ganadores fueron anunciados el 21 de mayo del 2021. De 126 proyectos inscriptos, tres resultaron ganadores del Primer Concurso de Emprendimiento para el desarrollo del fútbol femenino. La CONMEBOL otorgó 10.000 USD a cada uno de los equipos y un asesoramiento de expertos y expertas por 6 meses para potenciar y fortalecer estos proyectos. 

 

Los 3 proyectos ganadores:

 

CLÍNICAS DE FUTBOL FEMENINO (Perú)

El 19 de mayo de 2019 se llevó adelante la Clínica Internacional de Fútbol Femenino dirigida a niñas y jóvenes peruanas. Esta iniciativa fue organizada por Ligas Femeninas de Fútbol 7 (LF7) junto con la Embajada de Estados Unidos y con docentes de la Universidad de Montana. 

Las clínicas son una experiencia de aprendizaje y motivación en donde participan mujeres de todas las edades con el objetivo de visibilizar el fútbol femenino. 

DANUBIO FEMENINO (Uruguay) 

Es un proyecto para la inclusión y el desarrollo del fútbol femenino que actualmente ya tiene más de 150 jugadoras en formación para competencias y alrededor de 40 en su escuela de fútbol no competitiva. 

Danubio tuvo su primer equipo competitivo femenino en 1992 que se mantuvo activo hasta principios del 2000. Luego de un largo periodo sin funcionar, en 2017, vuelve a gestarse este proyecto que ha formado más de 500 jugadoras. Además, se estima que para el 2021 se estará formando y entrenando a un  total de 250 chicas . 

Por otro lado, Danubio es un proyecto autosustentable que tiene vínculos con niños y niñas en situación de vulnerabilidad. En este sentido, tiene un acuerdo con Gurises Unidos (organización comprometida en la defensa de los Derechos Humanos de niños, niñas y adolescentes) integrado por infancias en situación de precariedad y desamparo a las que procura mejorar su calidad de vida a través de la práctica de actividad física y deportiva. 

Asimismo, Danubio forma parte del programa Gol al Futuro, auspiciado por la Secretaría Nacional del Deporte, creado en el 2009, que promueve la formación integral del y de la futbolista juvenil uruguayo/a. En este marco, diversos clubes reciben indumentaria y materiales de entrenamiento deportivo a cambio de un seguimiento y formación académica de sus jugadores y jugadoras. Cabe destacar que hoy en día el 90% de las niñas pertenecientes a Danubio están inscriptas en la educación formal. 

Fotografía: @aristoc.rat

FÚTBOL QUEENS (Argentina) 

Es una escuela pionera de fútbol femenino de Argentina con la misión de inspirar a niñas y jóvenes para que se apropien de este deporte con profesionalidad y pasión. De esta manera, se alza como portavoz en el empoderamiento del fútbol feminino en toda la región.

Fútbol Queens se creó como un espacio donde ellas puedan expresarse con la pelota. Debido a que desde pequeños se estimula a los niños a jugar al fútbol y no a las niñas, esta escuela busca transmitir la idea de que la capacidad de juego que se asocia con cada género es una cuestión meramente cultural. En este sentido, día a día es posible observar que tanto niñas como niños sienten la misma pasión por este deporte.

Fotografía: @cgiardulli 

Podemos ver que en el fútbol, al igual que en múltiples espacios de la sociedad, persiste una desigualdad de género que reproduce estructuras machistas y patriarcales. Las mujeres siguen luchando para alcanzar la igualdad y lograr un reconocimiento económico, deportivo, político y cultural. Por eso, todas estas iniciativas y emprendimientos de fútbol femenino constituyen avances para visibilizar y darle voz a las mujeres en este deporte y en la sociedad en general. Sin embargo, no debemos olvidarnos que aún queda un largo camino por recorrer en la búsqueda de la igualdad de género y el reconocimiento de los derechos de las mujeres. 

 

*Escrito por Araceli Barbero, estudiante de tercer año de Relaciones Internacionales.

 

*Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

 

La igualdad de género en Paraguay, a pesar de encontrarse reconocida en el plano legal, dista de ser un hecho. El compromiso asumido por el Estado paraguayo demostró ser frágil y la consultora Muã Muã viene a luchar contra ese vacío gubernamental en la vida política de las mujeres de su país.

 

 

Muã Muã es una consultora política de Paraguay encabezada por cuatro mujeres (de izquierda a derecha): Andrea Benítez, Katherine Krone, María José Estigarribia y Gloria Riveros. La iniciativa comenzó en julio del 2020 y su objetivo siempre fue comunicar las propuestas políticas de las mujeres de su país. Dado el contexto político machista, Muã Muã decidió acompañar solamente el proceso de candidaturas de mujeres y lideresas políticas. 

Esta consultora se encuentra conformada por un equipo multidisciplinario que busca cubrir, de manera integral, la infantería y la aviación de una campaña electoral. Como explican sus gestoras, por infantería se refieren a la estructura de los dirigentes y sus votos, la sistematización y efectivización de los mismos; así como las estrategias que implementan para conseguir apoyo de los electores del adversario y estrategias de comunicación política de acuerdo a una performance de líder política definida (postura, gestos, tono, discurso). Por aviación remiten a la campaña de comunicación y marketing político a ejecutar, para posicionar a su candidata en la esfera electoral y pública a través de las plataformas digitales. 

 

 

La mayoría de los países están inmersos en sociedades históricamente regidas por un sistema capitalista y patriarcal, Paraguay no es la excepción. De hecho, en este país, el varón se encuentra exento de contribuir económicamente a la familia, tal como cuenta la investigadora Makaran en un artículo publicado en la revista de estudios latinoamericanos

El fin de la dictadura de Alfredo Stroessner Matiauda en 1989, conocido como “Stronato”, supuso una nueva realidad para las mujeres paraguayas, ya que el escenario propició la adición del Artículo 48 en la Constitución, el cual refiere a la igualdad de derechos políticos, civiles, sociales, económicos y culturales entre varones y mujeres. En ese mismo documento, se incorporó la creación de mecanismos por parte del Estado para garantizar las relaciones de equidad entre géneros. Desde aquel momento, el gobierno comenzó a ratificar convenios y acuerdos internacionales que procuraron introducir una perspectiva de género en las políticas públicas. A pesar de esto, 32 años después, la Ministra de la Mujer decidió homenajear al Presidente Mario Abdo, en el Día de la Conmemoración a la Mujer Paraguaya, por su supuesto liderazgo y gestión en un mayor acceso de mujeres a cargo de la toma de decisiones. Esto resulta irónico ya que durante su gestión, la desigualdad de género se acentuó significativamente.

 

 

 

 

 

 Las entrevistadas coincidieron en señalar que esas experiencias machistas fueron el motor principal del nacimiento de su consultora política. Ellas decidieron unirse para demostrarle al sector masculino de la política que las mujeres son capaces de afrontar cualquier situación que se les presente y que la política necesariamente requiere un enfoque feminista. Así pues, unieron conocimientos, organizaron los paquetes de servicios y en una semana conformaron la estructura de la consultora

Su principal objetivo es darle un lugar representativo a la mujer en la política y a pesar de los tratos descalificantes que sufren por el simple hecho de ser mujeres, continúan su árduo trabajo para que dicha representación siga creciendo. Más aún, Andrea comenta que muchos políticos varones, luego de finalizar con las formalidades de los contratos de servicio de consultoría, pretendían que ellas llevaran a cabo más tareas de las que se habían pactado y al expresar su descontento, estos clientes rescindieron muchos de los acuerdos y contratos que se encontraban en curso de acción. 

 

Las palabras de Andrea nos ilustran sobre los prejuicios en torno al trabajo profesional de las mujeres en política: en el imaginario de ellos querían que fuéramos sus sirvientas, pero cuando se dieron cuenta que no, fue cuando empezaron a tratarnos mal, además, muchos de ellos nos contratan para una cosa pero al vernos mujeres nos quieren para otra en la práctica”. Gloria agrega “es doloroso ver cómo nosotras cuatro, cada una por separado, diseñó en algún momento de su carrera la campaña política de muchoshombres que una vez que alcanzaron el éxito, se olvidaron de nosotras y ni siquiera crédito nos han dado por el trabajo realizado”. 

Es por esta razón que actualmente han decidido trabajar solamente con mujeres candidatas o lideresas políticas. Estas mujeres, que se mueven y trabajan en el mundo de la política, siempre tienen presente que “cuando la situación se pone difícil, siempre hay una mujer para darle la mano a otra mujer

 

 

Algunas de las problemáticas coyunturales que recupera esta nota son las que acentúan la desigualdad en el plano político entre varones y mujeres ya que, por más que existan nuevas regulaciones constitucionales o tratados internacionales, los cambios sociales que enuncia su legislación no se materializan en la conciencia colectiva de ese país.

Mientras tanto, estas mujeres se reinventan a pesar de los obstáculos y dificultades que se le presenten en su camino. Uno de esos movimientos fue la acción de fusionarse con Herederas de las Residentas, una fundación que al igual que su organización, proyecta un futuro donde la mujer adquiere visibilidad, legitimidad, equidad y respeto en el mundo de la política. Además, ellas afirman que los cambios en la política dejan de manifiesto que la influencia de las mujeres en la transición de líderes políticos es una realidad a la hora de conquistar un proceso electoral.

Desde la perspectiva de estas mujeres, lo que realmente se necesita son políticas económicas y de género que aborden de raíz las condiciones objetivas de existencia de las mujeres, así como los órdenes simbólicos que las perfoman, promoviendo culturas estatales, laborales, artísticas, educativas, sanitarias, mercantiles y políticas donde varones, mujeres y géneros disidentes tengan las mismas oportunidades en términos de derechos y acceso a todos los sectores que conforman la sociedad. 

 

En palabras de Andrea, “son las mujeres feministas las que deben luchar por alcanzar espacios de poder y ejercer su existencia como un acto político, revolucionario y libre. Hoy más que nunca es importante aprender, comprender y reivindicar cada derecho ganado en la lucha por frenar la desigualdad de género en todos los ámbitos”.

 

 

 

*Escrito por Agostina Aimar, Ileana Bergia y Florencia Salvatierra. Estudiantes de 4to año de la Licenciatura en Relaciones Internacionales, Universidad Católica de Córdoba.

 

*Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local«, que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

 

¿Sabés quién hace tu ropa? ¿Conocés los ingredientes que tienen tus alimentos? ¿Sabés quiénes participan en la producción de las cosas que comprás? Si alguna vez cuestionaste tu manera de consumir, este artículo puede ser de tu interés. Entrevistamos a un grupo de emprendedoras cordobesas, que forman parte de la feria «Feministas Trabajando«, y nos introdujeron en la noción del consumo consciente o responsable.

Esta idea implica tener en cuenta, además de las variables precio y calidad:

 

  • El consumo ético: es un hecho consciente, premeditado, que permite no dejarse llevar por la presión de la publicidad, las modas impuestas y priorizar valores como la responsabilidad y la austeridad como alternativa al despilfarro y el consumismo.

 

  • El consumo social o solidario: se preocupa por el respeto de los Derechos Humanos y laborales de las/los trabajadoras/es durante la producción de los artículos que consumimos. También posibilita la toma de conciencia sobre el consumo a los pequeños comercios o emprendimientos cercanos y así ayudar a la economía local.

 

  • El consumo ecológico: por un lado, busca reducir el consumo innecesario, lo que contribuye a la no generación de basura y por otro lado, fomenta la compra de productos que sean amigables con el medio ambiente, con el propósito de solidarizarnos con nuestra generación y la futura. Además, promueve un estilo de vida basado en hábitos alimenticios sanos y equilibrados.

 

Es una constante que luego de cada crisis económica, incrementa el interés general por la cuestión del consumo. Esto se vuelve a presentar hoy con la pandemia mundial de COVID-19 como una problemática importante para  las personas que consumen en la provincia de Córdoba y en todo el país. 

 

Si bien las principales consecuencias de la pandemia fueron negativas, muchas personas comenzaron a cuestionar sus hábitos de compra desde la conciencia medioambiental. Lo que en gran parte gatilló esta reflexión fue la mejora de la calidad del aire o la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) durante los primeros meses de cuarentena, donde se visibilizó fuertemente el impacto del ser humano en el planeta. Pero estas mejoras fueron solo temporales, porque se derivan de una aguda desaceleración económica y un trágico sufrimiento humano.

 

Otro detonante fue el ver cómo la crisis económica perjudicó a gran parte de la población en Argentina, en especial a aquella que administraba pequeños negocios. Esta fue la semilla que se plantó en la consciencia de muchas personas y les permitió darse cuenta que el acto de consumir no es un hecho aislado de la manera en la que está elaborado dicho producto, ni tampoco de las consecuencias posteriores que tiene comprar determinados artículos a un comercio concreto.

Por ejemplo, no es lo mismo comprar un pan en un supermercado perteneciente a una cadena, que adquirirlo de una vendedora independiente que sobrevive gracias a un emprendimiento de panificación.

 

Este es el caso de Milagros Ludueña, de la Panificación Milrubi en la ciudad de Córdoba, que afirma “no es solamente ir y comprar algo, sino también hay una parte de responsabilidad y compromiso en todo eso”. Ella opina que es importante que los ciudadanos “fomentemos o colaboremos, tengamos un compromiso con la economía local, los pequeños productores, los pequeños comerciantes que realmente la están pasando mal”

Como muchas otras de las emprendedoras entrevistadas, Milagros contó sobre los cambios que está generando dentro de su marca, como el packaging o sus insumos de producción, que reemplaza por unos más amigables con el medio ambiente. 

 

Un emprendimiento también  comprometido con la ecología es Era Complementos, de Candela Jauregui, radicada en la ciudad de Villa Carlos Paz. “Siempre trato de que mi marca tenga desecho cero, que todo sea en base al reciclaje, ya sea la materia prima o las bolsas. Ahora incorporé bolsas que se desintegran cuando las tirás, están hechas con almidón y las etiquetas son plantables”.

“Hay veces que a mí me sobran retazos y se los doy a otras chicas que hacen cosas más pequeñas, entonces es un círculo de reciclaje, trato que sea 100%”, agrega. Candela también nos cuenta sobre su proceso de fabricación: “son producciones muy chicas, 20 o 30 productos por mes, que si yo quisiera podría hacer más, pero sería como faltar a mi ética, porque no es fácil conseguir telas y productos. Lleva un proceso el reciclaje, entonces sería como que le estaría mintiendo a la gente, porque debería ir a comprar telas si quisiera hacer más”.  A través de lo que cuenta se puede percibir el compromiso de esta emprendedora con el propósito de que su marca de accesorios de uso cotidiano sea ecológica, reciclable y vegana”

 

El consumo ético es uno de los propósitos mencionados por las emprendedoras entrevistadas, como Bethania Ávalos, de Córdoba Capital que creó junto con su hermana, el emprendimiento Avepez. Nos pasó algo siempre que es que la gente que nos compra, toma la prenda como si fuera un ser y le dicen ‘mi Avepez me acompañó a tal lado’ (…) A mí me encanta que se haya dado, creo que no fue casualidad porque también contribuye a esta cuestión de que la moda no sea descartable, no es que me compro, lo uso, lo tiro. Se genera un vínculo con la prenda que no solamente es afectivo, sino que también es responsable por no contribuir a tanta basura, tanto descarte. Ser más consciente en qué consumimos.

Su marca de indumentaria de diseño tiene la impronta del slow fashion, donde cada prenda es diseñada y confeccionada en su debido tiempo y forma; por su calidad, están destinadas a durar en el tiempo y por supuesto, hay una mayor conciencia por el medio ambiente y las condiciones de trabajo humano. 

Con respecto al consumo social, Silvia Vega dueña del emprendimiento Trufa Dolls en Córdoba Capital nos comenta que para su proceso de producción busca ONG o fundaciones y así poder darle una oportunidad laboral a quien la necesite. “Es pensado así, desde ese lado, mujeres que ayudan a mujeres. Y en ese camino encontré una fundación que se llama Las Omas, con la que  vengo trabajando desde hace 3 años más o menos”. Esta fundación ofrece  contención y ayuda para conseguir trabajo a mujeres en situación de vulnerabilidad socioeconómica y víctimas de violencia de género. Otro de los objetivos de Trufa Dolls es concientizar a las familias sobre el uso del plástico en los juguetes de los niños y las niñas, apostando a otras formas de juego donde se pueda generar un vínculo más afectivo con el juguete, que no contribuya al descarte. A su vez, esto da mayor espacio a la imaginación y creatividad del infante.

Así como Silvia de Trufa Dolls, todas las mujeres entrevistadas demostraron tener una visión que busca incluir las condiciones de producción, comercialización y consumo de sus productos, impulsando con sus emprendimientos esta noción del consumo responsable, que se popularizó en el contexto actual de pandemia y desequilibrio económico. 

 

Las crisis ambientales, sociales y económicas nos han hecho reflexionar sobre el impacto que nuestras acciones cotidianas tienen en el entorno. Pero todavía nos falta un largo camino por recorrer como sociedad. Según una encuesta mundial de Accenture en el 2020, el 50% del público que consume manifiesta no saber qué marcas son éticas y/o sustentables y cuáles no; además el 33% desconoce qué artículos pueden ser destinados al reciclaje. Sin embargo, la misma encuesta demostró que el 65% de quienes consumen opinan que el gobierno debería crear legislación para fomentar el consumo consciente, como por ejemplo: cobrar las bolsas de plástico.

 

Entonces ¿qué podemos hacer? Cuestionar los hábitos de consumo es un buen comienzo, pero tiene que verse reflejado en nuestras acciones para que éstas impacten y generen un cambio:

 

  • Ayudar a la economía local: elegir comprar los productos a quienes emprenden localmente, ya que pueden tener los mismos productos de las grandes cadenas comerciales a un precio más accesible. Algunas de las emprendedoras entrevistadas sostuvieron que mantienen precios “populares” con el objetivo de llevar a cabo un comercio justo.

 

  • Cambiar hábitos cotidianos: por acciones más amigables al medio ambiente, como por ejemplo: usar bolsas de tela para hacer las compras, reducir los descartes de plástico y separar los residuos. 

 

 

  • Buscar información sobre la cadena de producción de lo que se consume: informarse ayuda a ejercer una ciudadanía más activa en la economía local y para cambiar la realidad. También es muy importante que compartas tus nuevos conocimientos y hábitos con las personas que te rodean para contagiar consciencia social.

*Escrito por Lic. Iriana Sartor y Lic. Ana Laura Ottobre Aichino.

 

* Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

 

Han sido las manos de mi madre las que se abocaron a mi cuidado. Con esas mismas manos, ella se dedicó y se dedica a la docencia y a la investigación, enfrentando las tensiones entre los imperativos del maternar y del rendir laboralmente en el marco de tramas educativas y científicas capitalísticas. Simultáneamente, el mandato de la productividad se trenza y se entrelaza con otra figura política fundamental -no tan reciente, pero siempre vigente- la maternidad. La misma ha operado históricamente en nuestro devenir como “mujer(es)”, y, particularmente, en aquello que se nos fuera asignando como “nuestra” función social. Ante estas exigencias sistémicas que se imprimen en las corporalidades “femeninas”, me pregunto: ¿en qué condiciones producen las científicas en nuestro país?  

 

La maternidad y el  imperativo de la productividad en el sistema científico y tecnológico argentino

El sistema científico se basa en la lógica de la productividad y la competitividad medida en un determinado tiempo de trabajo. Así, lxs científicxs y académicxs son evaluadxs, principalmente, por la cantidad y calidad de sus publicaciones en revistas científicas, lo cual determina aspectos  fundamentales en relación a su carrera profesional. 

Ante las exigencias sistémicas de la productividad y la competitividad, ¿en qué condiciones producen las científicas en Argentina? Para responder a dicha pregunta propongo tratar tres aristas: las políticas relacionadas a la maternidad/paternidad en el sistema científico argentino, las tareas de cuidado y su distribución y finalmente cómo éstas se relacionan con el régimen de evaluación del sistema científico.

 

Las políticas

Son muchas las brechas y las deudas en políticas de género en el sistema científico, cuyos efectos resultan en la reproducción de desigualdades varias. En primer lugar, encontramos un reclamo histórico de los feminismos, compartido por las trabajadoras del sistema científico: las licencias y la disponibilidad de los jardines maternales y guarderías en los espacios de trabajo. En la mayoría de las instituciones científico-académicas, ambas brillan por su ausencia y mientras que las licencias maternales son de 90 días, las licencias por paternidad son de sólo 2. En lo que respecta a lxs becarixs, al no ser reconocidxs como trabajadores asalariadxs, no cuentan con obra social a la cual afiliar a sus hijxs, ni tampoco con licencias por enfermedad propia ni de familiares.

 

Las tareas de cuidado y su distribución

Siguiendo a Silvia Federici, en el marco del sistema capitalista y patriarcal, la explotación de las mujeres resulta más efectiva a causa de la remuneración oculta, dado que las tareas domésticas y de cuidado no remuneradas aparecen como un servicio personal externo al capital, un servicio no remunerado, no valorado e invisibilizado. Así, detrás de cada fábrica, escuela, universidad u oficina, detrás de cada trabajo propiamente retribuido, está el trabajo no pago e invisibilizado de miles de mujeres, que día tras día, producen y reproducen la fuerza de trabajo de la que se vale el capitalismo.  Por eso, la autora plantea que el trabajo doméstico y la familia son los pilares de la producción capitalista, y que la acumulación en este sistema se construye sobre y a partir del cuerpo – individual y colectivo- de las mujeres. 

En este sentido, según los datos arrojados en la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo realizada por el INDEC en el año 2013, la cantidad de horas diarias que las mujeres dedican al trabajo no remunerado es de 6,4 horas, casi duplica el tiempo dedicado a ese mismo trabajo por sus pares varones, quienes destinan sólo 3,4 horas diarias. Además, de acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Estructura Social realizada en 2019, las mujeres se desempeñan como “jefas de hogar” – es decir, únicas responsables y gestoras- del 84% de los hogares monoparentales.

Relación con el sistema de evaluación científico

La distribución desigual de las tareas de cuidado y del hogar se traduce en una carencia de tiempo por parte de las mujeres, lo que las imposibilita no sólo de producir aquello que el sistema científico les exige bajo el mandato capitalista meritocrático de la eficiencia y la productividad, sino que también afecta de forma negativa en su (no) disposición de tiempo para dedicarse al ocio. 

Esta brecha se amplió durante la pandemia ocasionada por el virus del COVID 19, cuando las manos de mi madre, y muy posiblemente también las de las suyas, debieron asumir mayores tareas en relación al cuidado y las labores domésticas. De acuerdo a una encuesta realizada por investigadoras del CONICET, el Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO) dispuesto por el gobierno nacional supuso un aumento de las tareas domésticas y de cuidado, las cuales fueron asumidas, principalmente por mujeres, lo que repercutió en cuanto a la calidad y cantidad de su producción, en el mundo laboral, cuyo efecto en el marco de sus carreras profesionales y/o científicas fue significativamente negativo. De hecho, según un artículo publicado en el portal The Lily, tras seis semanas del Aislamiento Social generalizado, varios editores de revistas cientificas y academicas notaron que el número de papers por parte de científicas y académicas estaba disminuyendo, mientras que otros observan que los varones estaban publicando más que el año anterior. 

En el marco de la pandemia, las tensiones entre el trabajo productivo y reproductivo se ponen de manifiesto. La maternidad y la feminización de las labores domésticas y de cuidado son mandatos sistémicos y estructurales, que relegan las manos de las mujeres al ámbito de lo privado. Así, la productividad constituye el pilar fundamental de la lógica capitalista, mientras que la maternidad y el trabajo doméstico son indisociables de los estereotipos de feminidad que imperan en nuestras sociedades. Ahora, ¿qué tienen en común estos tres mandatos? todos demandan tiempo. El sistema científico-académico, que evalúa bajo los criterios de competitividad, productividad y los niveles de impacto de las publicaciones científicas, opera según una lógica meritocrática, mercantil y patriarcal que no contempla las inequidades de género, ni los mandatos estructurales y sistémicos que pesan sobre los cuerpos de las mujeres. De esta manera, desconoce uno de los principales derechos cuyo goce actualmente se les niega a las mujeres: el uso de su tiempo. 

 

*Escrito por Candela Marumi Frascaroli. Estudiante de tercer año de la Lic. en Relaciones Internacionales de la Universidad Católica de Córdoba.

 

*Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

 

La maternidad como experiencia y práctica cultural sigue siendo un interesante campo de disputas dentro y para los feminismos. En esta nota reflexionamos en torno a algunas de las tensiones y torsiones a los que estos activismos deben enfrentarse en un presente de precarización neoliberal que atraviesa de manera particular a maternidades e infancias. 

“La maternidad será deseada o no será” se ha convertido en uno de los mantras contemporáneos para una juventud autodefinida como feminista. Repetido en marchas, redes sociales y campañas varias, esconde la promesa de una maternidad libremente elegida y autoempoderante, al mismo tiempo que habilita redefinir el deseo como coartada seductora de un placer individual. En paralelo, y como una respuesta a esta ficcionalización de la maternidad supuestamente libre, diferentes voces activistas, también autodefinidas como “feministas”, han empezado a cuestionar la vacuidad de esta consigna. La maternidad no deseada existe. ES, leemos en un posteo del 29 de septiembre de una de las páginas activistas con más seguidorxs dentro de Facebook e Instagram (“Des-madre”, en la primera red; “@obscenaeslaviolencia” en la segunda): las madres y niñeces ya somos un hecho. EXISTIMOS, continúa.

Y es que en la repetición iterativa de dicho mantra, vamos desprendiéndolo de todo el contenido sociohistórico, cultural y económico que ubica a la maternidad –como experiencia y como práctica, como sustantivo y como verbo- en ese complejo lugar en el que todo es válido y nada se valora.

Es válido y hasta esperable que una mujer, un varón trans, una persona no binaria e intersex quieran ser y sean madres. Pero no se valora que dichas maternidades desarrollen sus capacidades  y cualidades fuera del mercado laboral, aportando otros valores (reconocimiento de nuestra vulnerabilidad constitutiva, ayuda mutua, redes de soporte material y sostén afectivo, inclinación hacia un otrx, cuidado del otrx, atención a los procesos) que los socialmente establecidos (autosuperación, autoexigencia, autoresponsabilidad, exitismo, rendimiento, eficiencia, polifuncionalidad, flexibilidad, felicidad fugaz, juventud, belleza “natural”, plenitud y resiliencia). Esta contradicción ha derivado en la proliferación de subjetividades maternas emprendedoras, las cuales intentan hacer frente a la falacia de una conciliación entre su nuevo trabajo de reproducción y sostenimiento de la vida y el trabajo productivo, asumiendo el emprendimiento (de sí) como estilo de vida laboral y, en algunos casos también, personal.

La cultura del emprendimiento (de sí) no solo se configura en el imaginario y en la práctica como una herramienta para hacer frente a las múltiples precariedades que las madres -principales garantes de la subsistencia económica de sus hijxs y de la propia, en especial en los crecientes hogares monomarentales- han de gestionar en su día a día; sino que, además, se transmite, afianza y disemina, como ideal, en y a través de los medios masivos de comunicación y las plataformas digitales.

Si bien los ejemplos para ilustrar a lo que referimos son múltiples y variados, en especial dentro de la producción anglosajona y, más específicamente, norteamericana, aquí quisiéramos detenernos en una producción de Netflix en particular: en primer lugar, por su reciente popularidad entre el público argentino; en segundo lugar, porque la misma puede leerse al calor del festejo del día de la madre en nuestro país, celebrado el pasado domingo 17 de octubre.

En los últimos días, asistimos a comentarios en redes sociales (Facebook e Instagram), notas periodísticas (Nación, Clarín, Infobae, entre otras) y programas televisivos que aluden a la serie, creada por Molly Smith Metzler, quien ha adaptado el bestseller Maid de Stephanie Land al formato de una miniserie de diez episodios. La misma se ha convertido en tendencia entre las de su estilo y dentro de una de las plataformas en línea más consumidas a nivel mundial. 

El título de la serie se tradujo al castellano como “Las cosas por limpiar”, y narra las vicisitudes de una madre soltera que, tras abandonar una relación abusiva generada en la convivencia con su marido violento, lucha por la custodia de su hija de dos años, al mismo tiempo que (se) procura un sustento económico (para ambas) como empleada doméstica por hora, recibiendo a cambio un poco menos del salario mínimo en Estados Unidos (USD 9/hora). 

Con el mínimo de apoyo estatal y familiar -como, por ejemplo, la posibilidad de habitar un albergue administrado por el gobierno estadounidense para dar protección a las mujeres madres en situación de violencia doméstica- Alex (la protagonista de la serie) va forjando un camino de autosuperación personal y laboral, entre soportes inestables provistos por encuentros fortuitos de personas que le ofrecen una mano para salir adelante. 

La herramienta que le permite a Alex trascender una situación de extrema pobreza, según muestra el guión de la serie, es su educación. Con cierto dominio de las matemáticas y de algunos de los dispositivos de ayuda estatales (solicitud de vivienda) y académicos (solicitud de beca y préstamos estudiantiles para ingresar en la universidad) que se ponen a disposición de las usuarias, además de una particular inclinación por la práctica de la escritura, Alex pone toda su inteligencia, ingenio y creatividad al servicio de un deseo: construir un porvenir estable, en lo económico y en lo afectivo, para su hija. 

El camino de Alex no es linealmente en ascenso. Ella sufre recaídas y regresa a la oscuridad de una relación de la que alguna vez pudo librarse. Logra escapar, por segunda vez, gracias al apoyo económico y a la orientación de una abogada rica que solicitó sus servicios, quien, a su vez, le presenta a una colega que la asesora jurídicamente para solicitar la custodia plena de su hija. 

Alex finalmente logra ingresar a la universidad y dejar la ciudad donde creció, ya que obtiene una beca para estudiar en una universidad de Missoula. Además, logra también el sueño de una vivienda propia, ya que le aprueban varios programas de ayuda financiera, después de haber estudiado, completado y presentado cada formulario meticulosamente. Se trata de préstamos, según cuenta en el último episodio de la primera temporada de la serie, que irá pagando mientras cursa sus estudios con su trabajo como empleada de limpieza. 

En línea con la narrativa de producciones audiovisuales como En Busca de la Felicidad, Madam C.J. Walker. Una mujer hecha a sí misma y The Help (Criadas y Señoras, en castellano), Maid -que se basa en la historia de vida real de la autora del bestseller– prefigura a su protagonista como una mujer resiliente, en el sentido de que se muestra capaz de enfrentar una situación traumática, sobreponerse, y hacer de ella una oportunidad para trascender su situación de pobreza económica, crecer, desarrollarse y ofrecer a su hija una vida con cierta estabilidad económica y afectiva.

Según quienes la asistieron -y lo enunciaron en sus redes- la historia rinde tributo a las mamás luchonas, en el sentido originario del término en Méjico, es decir, las madres de corta edad y bajos recursos que crían solas a sus hijxs, sorteando todo tipo de adversidades. Algunas de las que comentaron se reflejaron en la historia del personaje y muchas otras expresaron: ..me sentí tan identificada Otrxs en la historia de vida de Alex reconocieron la lucha de mujeres amigas, conocidas y no tan conocidas. 

El punto de atracción de la serie es precisamente haber puesto en una superficie espectacular la historia común de miles, sino millones, de mujeres madres en el mundo que luchan por un final feliz para sí y para sus hijxs. Especialmente, si consideramos, que a partir de la emergencia de la pandemia COVID 19, más de un 30% de las mujeres pobres, en Latinoamérica y el Caribe, no participan en el mercado laboral por razones familiares. 

Por otro lado, encontramos quienes rescataron, en sus comentarios, al personaje de Denise -la mujer que recibe a Alex en el refugio para mujeres que se encuentran atrapadas en relaciones de violencia de género- en tanto que mujeres como ella son ángeles que hacen de este mundo un lugar mejor. El refugio prefigura, por lo tanto, un espacio donde se traman redes de cuidado y de sostén, al mismo tiempo que  se gestan colectivamente plataformas de despegue para enfrentar el mundo que las espera allá afuera, tras las paredes protectoras de ese nuevo hogar temporal. Se trata, entonces, de un espacio que emerge como “posible”, según cuenta la autora, gracias al trabajo en red de y entre mujeres, y con los recursos del Estado.

Volviendo con el mantra feminista con el que comenzamos este escrito, y a la luz de la historia narrada, nos preguntamos: ¿hace la diferencia el deseo o no de Alex respecto a su maternidad? En otras palabras: ¿puede el deseo de querer ser madre evitar las violencias posteriores, agravadas más, si cabe, por cuanto no es ella la única víctima sino su propia hija, a quien todxs, como adultxs, deberíamos cuidar y proteger? En lo fáctico, Alex devino madre de Maddy, su hija y, en ese sentido, poco parece importar dónde está el deseo cuando la supervivencia y la vida digna de un ser más vulnerable depende de que unx adultx, una red comunitaria y unas instituciones se la garanticen. En las narrativas de la autosuperación y la resiliencia, la responsabilidad de esa vida -en tanto se concibe como sujeto que no es capaz de hacerse cargo de sí- recae en la familia, y si la familia fracasa en la labor del sostén material y afectivo de ésx bebé, queda, entonces, en la madre o padre responder por la supervivencia y educación de su hijx. Solo al final de la cadena de responsabilidades aparece el Estado, en su faz condenatoria de los sujetos definidos jurídicamente como responsables; y también fracasa en la provisión del hogar y el afecto que unx bebé, sin soporte familiar, necesita para desarrollarse plenamente. 

Para ir concluyendo, creemos que series como éstas, cuya circulación masiva favorecen la interiorización y reproducción de algunas creencias asociadas a expresiones como las de empoderamiento, autosuperación y resiliencia, impactan en la reconfiguración de estas “subjetividades maternas emprendedoras” a las que aludíamos al inicio de esta nota. Por medio de un estudio de campo incipiente, hemos podido observar cómo muchas de ellas esbozan y ponen a circular narrativas y prácticas en las que se traza una nueva ética de la gestión (de sí) aplicada tanto a su nuevo rol materno –pues, mientras lx bebé esté sanx, lo demás no importa nada-, como a su nueva fuente de ingresos. 

La consecuencia es que muchos de sus discursos -salvo interesantes y fundamentales excepciones– terminan desplazando una genuina demanda hacia la falta real de políticas públicas que permitan, o bien una revalorización eficaz de las tareas del cuidado –otorgando licencias de maternidad con goce de sueldo por más de los tres y seis meses que actualmente otorgan nación y la provincia de Córdoba, respectivamente-, o bien una implementación igualmente real y eficiente de las tareas de cuidado en el marco de la esfera laboral –creando lactarios o espacios de cuidado seguros y respetuosos en los lugares de trabajo. La omisión, intencional o no, en estas narrativas emprendedoras, de los factores estructurales que (re)producen desigualdad e inequidad, pueden generar la perpetuación y el afianzamiento de las relaciones asimétricas que atraviesan cotidianamente a la población que materna en los actuales contextos de progresiva precarización neoliberal.

En este marco, queremos resaltar la importancia de que un mantra como el que aquí nombramos, “La maternidad será deseada o no será”, funcione como un potente disparador para  ampliar la discusión hacia los cuidados comunitarios y las cuestiones de crianza como asuntos colectivos, que incluyan acciones concretas por parte del Estado. Caso contrario, corre el riesgo de ser metabolizado por el halo de un ego-liberalismoen términos de Virginia Cano– que forcluye, sino expresamente excluye, la figura de la corresponsabilidad (no solo parental y familiar, también social y política). Reconocer estas falencias sistémicas, políticas y estructurales podría aportar otra visión a algunas luchas feministas en relación a los malestares que algunas mujeres madres padecen. 

Las tensiones a las que deben hacer frente los feminismos en la actualidad son muchas y diversas. De acuerdo a Vincent Medina, gran parte de las mismas surgen a raíz de la torsión que provoca el neoliberalismo en dicho movimiento. Aquí quisimos atender a una en particular: mientras los movimientos feministas procuran y luchan por la igualdad de género en distintos escenarios culturales y políticos, a la par que la efervescencia feminista se populariza en la trama social y mediática, quienes estudiamos estos virajes discursivos y reconceptualizaciones que imprime la racionalidad neoliberal, en su faceta terapeútico-managerial, llamamos la atención sobre la sofisticación y sutileza con que éstos pueden deglutir la impronta eminentemente contestataria de estos movimientos. Es pues, en ese contexto de luchas, que proponemos entender las prácticas de cuidado como una demanda política estratégica, en tanto se configura, desde su eticidad, y sistema de valores, como un conjunto de acciones que poseen la capacidad de subvertir, y torcer, potencialmente, las tramas dominantes del capitalismo patriarcal y neoliberal actual. 

*Escrito por Dra. Núria Calafell Sala (CIECS, CONICET y UNC, UCC) y Dra. María Inés Landa (CIECS, CONICET y UNC, UCC). 

*Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

Bartolina Xixa es una cholita drag, creada a partir de la cultura andina, que busca reivindicar los problemas sociales que atañen. En la semana del Respeto a la Diversidad Cultural Americana, presentarla puede ser un aporte más a la lucha por la invisibilización de los pueblos indígenas.

Recuperado: @bartolinaxixa

Maximiliano Mamani (25 años) nació en Tilcara, provincia de Jujuy. Es un estudiante de antropología de la Universidad de Salta que se ha convertido en un gran artista andino tras reivindicar el arte drag. Desde la identidad creada tenía como propósito la toma de conciencia sobre los problemas sociales que nos acechan día a día; ésta fue una idea que surgió como resultado de una profunda búsqueda interior, que hoy la vemos en forma de expresión artística tras su identificación como “marica andino”.

De esta forma, Maximiliano se encontró con su propia construcción: una cholita drag. Sentía que, al conectar con sus orígenes provenientes de comunidades indígenas, y posteriormente creando un transformismo que se acercara a su realidad, podía exteriorizar sus pensamientos y conflictos internos. La diversidad sexual y el proceso de autoreconocimiento que el intérprete estaba transitando en aquel momento fueron su tema principal. Esto, con el tiempo, fue mutando hacia la diversa temática que apreciamos hoy: abusos ambientalistas, racismo, violencias de género, como así también, el robo de territorios en Latinoamérica.

Las diversas áreas de nuestra vida se ven reflejadas en la letra de sus canciones, el sentimiento con que las canta y, sobre todo, en su danza, basada en el folklore andino. De esta forma, también hay un vuelco sobre los temas que giran en torno al folclore argentino, el cual posee para Maximiliano una fuerte impronta machista, patriarcal y colonialista [1].

En este sentido, se puede explicar el nombre que tiene la cholita: Bartolina Xixa. El mismo proviene de una heroína andina, oriunda de La Paz, Bolivia, llamada Bartolina Sisa, quien identificándose con la fuerza campesina de su ciudad, decidió alzarse contra las fuerzas españolas tras observar la opresión que se ejercía sobre su pueblo. Lo logró junto con su esposo, Tupac Katari, comandando un ejército mixto y teniendo un rol clave en la planificación de la revolución andina, llegando a ser Virreina Aymara. Sin embargo, la entregaron, luego fue torturada y finalmente asesinada por el ejército español. Finalmente, su cuerpo fue expuesto en la Plaza Mayor [2].

Es por eso que Maximiliano decidió tomar su nombre, ya que, además de ser un ejemplo para las mujeres campesinas e indígenas de la región, el artista considera que Bartolina no tuvo los funerales de celebración que merecía debido a su muerte tan violenta. Cree que es necesario recrearlos, y decidió hacerlo a través de su arte.

Es así que el artista decidió crear esta nueva forma de transformismo, tras una búsqueda de su visibilización como marrón, pobre y marica. Escogió para eso el arte de la periferia, desde la precariedad, desde sus mismos orígenes indígenas. Desde su “arte de la incomodidad”, como él mismo lo denomina, Bartolina traza una crítica no solo a la comunidad LGBTQ+ que piensa en los gays blancos, sino también al dragueo occidental, desde una feminidad creada con ciertos parámetros que se reproduce a través de diversos medios de comunicación [3].

Esta cholita drag nace para enseñarnos que nuestras realidades son más heterogéneas que la que ciertos dispositivos mediáticos y educativos nos muestran. Desafía estereotipos, prejuicios, y rescata una historia poderosa desde el arte drag.

*Escrito por Agustina Bonatti

 

 

*Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.

 

 

 

Ilustración: @tinkoutsidethebox

En Córdoba se produce un fenómeno que escapa a algunos de los criterios del sistema capitalista en primera instancia. Mientras que el mercado impulsa lógicas de competencia, hay mujeres emprendedoras que construyen redes interpersonales de cooperación como respuesta a los perjuicios de la crisis económica actual, pero más que nada a los constreñimientos de un contexto laboral patriarcal que atenta históricamente contra el bienestar económico y los derechos de las mujeres.

A partir de una serie de entrevistas realizadas entre marzo y abril del 2021 a emprendedoras cordobesas, surgió la noción de su pertenencia a dichas redes, haciendo alusión a los vínculos que han construido entre emprendimientos que comercializan productos similares o no, que comparten no solo clientela similar, sino valores y propósitos sociales afines. 

Nuestras entrevistadas son emprendedoras sociales, es decir que sus proyectos, además de producir valor económico, pretenden generar valor social. De esta manera, buscan promover con sus productos una o varias luchas sociales: la conciencia ecológica creando accesorios con materiales reciclados y veganos, la liberación de les cuerpes haciendo lencería que abarca una ámplia gama de talles, la visibilización de la identidad LGBTIQ+ bordando gorras que dicen “marika”, la generación de conciencia de género vendiendo libros feministas a precios accesibles, entre otros. La preocupación por generar este tipo de proyectos ya indica que la perspectiva desde la cual buscan trabajar escapa en gran medida a las lógicas hegemónicas del capitalismo, porque transformar sus emprendimientos en un territorio de lucha es revolucionario.

Ilustración: @libbyvanderploeg

La mayoría de las emprendedoras describieron al mercado laboral como “hostil” y resaltan la enorme dificultad que tienen para conseguir trabajo tanto formal como informal.  Tengamos en cuenta que la tasa de empleo de las mujeres es del 35% comparada con la de varones que es del 50,6% (2020), que existen problemáticas dentro de aquel mundo como el “techo de cristal” y los “pisos pegajosos” (que impiden la llegada de mujeres a puestos jerárquicos de poder y las estanca en puestos de menor calificación), la discriminación y la brecha salarial por género, la precarización laboral, entre otros múltiples obstáculos. Sumado a esto, las tareas de cuidado siguen distribuidas de manera inequitativa, por lo que el 76% de las mismas es absorbida por las mujeres (2019). Esto implica una doble jornada laboral para la mayoría, se ficha la salida del trabajo remunerado para fichar la entrada en el trabajo invisibilizado.

Acorde a los datos del Observatorio Emprendedor de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Córdoba, el 64% de su muestra de emprendedores está conformada por mujeres, donde la mayoría de ellas no están formalizadas o son monotributistas (2019). Es probable que al día de hoy, debido a la crisis económica consecuente a la pandemia, ese porcentaje haya aumentado. No obstante, el mundo emprendedor es un espacio que se encuentra ampliamente dominado por la lógica masculina. La caracterización de la figura ideal del “emprendedor” posee rasgos que responden al estereotipo histórico masculino: asunción de riesgos, proactividad, audacia y ambición. Los varones se sienten más cómodos y ciertamente, cuentan con más ventajas para obtener un capital inicial, obtener financiamientos e inversiones, acceder a la información y oportunidades, lo que en resumen permite que sus emprendimientos escalen más rápidamente.

Esto coloca a las mujeres en una situación de desventaja en el ámbito emprendedor. “Los hombres se sienten mucho más seguros entre sus pares, cuando hablo de inversores: 9 de cada 10 son varones y 1 puede ser una mujer” sostuvo una de las entrevistadas en relación a la dificultad que encuentra para conseguir inversión en la Ciudad de Córdoba. Esta dificultad no solo es marcada por la mayor comodidad y seguridad de los varones, sino que varias emprendedoras han sostenido que durante las reuniones, sus propuestas de negocios eran replicadas con incitaciones de carácter sexual por parte del posible inversor, agregando que al marcar los límites profesionales existe una mala respuesta de la otra parte, cancelando cualquier posibilidad de financiamiento de parte de esa persona. 

Otras experiencias mencionadas fueron la exclusión de las mujeres en los eventos de emprendedurismo o la invitación con el mero propósito de conseguir aquella fotografía que demuestre “la inclusión”. Se suman además relatos sobre varones que subestiman emprendimientos de las entrevistadas o cuya clientela masculina aumentó cuando se sumó un varón al negocio. 

¿Cómo surgen entonces estas redes? Por el sentimiento de la “empatía” o de “ayuda mutua”, como lo describen las entrevistadas, al encontrarse todas ellas en situaciones similares a las de sus pares, en búsqueda de la autosolvencia y supervivencia dentro de un sistema que busca excluirlas de la economía. El camino de la competencia es solitario y lleno de obstáculos, que se multiplican aún más cuando quien lo transita es una mujer o una disidencia. La creación de estas redes sirven para la contención, apoyo, acompañamiento, consulta, como así también aporta y retroalimenta el círculo de la economía de las mujeres. 

Ilustración: @ayleen.mayte

Ayelén Perrotta, dueña de la librería Simoneras en la Ciudad de Córdoba afirma “siempre estoy en contacto con otras compañeras libreras, donde no importa si trabajamos el mismo libro, podemos consultarnos entre nosotras y va a estar bien porque estamos en la misma. Todas manejamos las mismas ideas y compartimos los mismos valores”.

A este tipo de relaciones las describen como algo que escapa a la lógica capitalista en cierta forma, porque si bien siguen pretendiendo sobrevivir dentro de este sistema, no lo hacen desde la clásica perspectiva de la competencia, lo efectúan transformando esta complicidad en resistencia. “Trabajar de manera emprendedora es y no es responder al capitalismo. Es porque estamos trabajando y siendo parte de una rueda que gira y que sigue aportando a estas economías del demonio. Pero, por otro lado, también no es, porque la propuesta del trabajo no es exactamente igual, me preocupo mucho por la auto-explotación y tratar siempre de estar en contacto con emprendimientos cercanos para retroalimentarnos y no competir”.

Según ellas, las ventajas de construir y participar en esta lógica son muchas, siendo la primera la misma creación y el mantenimiento en el tiempo de dichos vínculos. Esta lógica de trabajo mancomunado les ha permitido dar cuenta del valor del trabajo en conjunto, transformando la idea generalizada de que las demás mujeres son competencia, al encontrar el poder real que tiene la sororidad, la trascendencia del apoyo entre mujeres y la fuerza de las alianzas feministas y un poco menos capitalistas. 

Otra de las ventajas de pertenecer a este tipo de redes es la intercomunicación que les permite allanar algunos de los obstáculos cotidianos del emprendedurismo. Esta red no solo sirve para llegar a un mayor público con sus marcas, sino que les aliviana la carga de manejar un emprendimiento, en su mayoría unipersonales. Las redes con otras emprendedoras justamente les permite realizar tareas que les son comunes a todas, de manera conjunta y organizada para que no tenga que realizar cada una de ellas una sola persona.

Las consultas sobre precios, contactos, clientela, materia prima, contexto laboral y demás preocupaciones que se encuentran presentes en la mente de las emprendedoras, sirven como contención y con este procedimiento, ellas están revolucionando la idea de que compartir sus saberes y experiencias con otras emprendedoras es una muestra de debilidad. Bethania Ávalos del emprendimiento de indumentaria de diseño Avepez sostiene “es aprender a crecer en comunidad y todo eso cambia mucho el paradigma de la competencia, de ‘yo tengo que ganarle a todes les que están alrededor’. Si podemos ir para el otro lado, mucho mejor”.

La construcción de estas redes como forma de resistencia ante la violencia del capitalismo está directamente relacionada con las personas que las conforman, no es casualidad que las mujeres hayan elegido esta forma de trabajar en un mundo controlado por varones cis heteropatriarcales de clases sociales privilegiadas. De esta manera, invitamos a reflexionar sobre esta problemática desde la perspectiva económica feminista, que se aparta de la corriente económica de pensamiento neoclásica y pone el foco de atención ya no en el funcionamiento de los mercados, sino en “la necesidad de incorporar las relaciones de género como una variable relevante en la explicación del funcionamiento de la economía, y de la diferente posición de los varones, las mujeres y disidencias como agentes de la economía y sujetxs de las políticas económicas”.

 

*Escrito por Lic. Ana Laura Ottobre Aichino y Lic. Iriana Sartor

 

*Este material se ha elaborado en el marco del proyecto «El emprendedurismo en mujeres como herramienta para afrontar la desigualdad de género en el mercado laboral local», que ha recibido financiación de la Secretaría de Proyección y Responsabilidad Social Universitaria (RSU) 2020-2021 de la Universidad Católica de Córdoba, coordinado por la Dra. María Inés Landa y el Dr. Hugo Rabbia.